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La Negra Tomasa conquista Montreal: el ritual de Caifanes


En su segunda visita a la ciudad, Caifanes convirtió L’Olympia en un ritual de identidad, nostalgia y complicidad, donde viejas y nuevas generaciones se encontraron al ritmo de canciones que siguen cruzando fronteras y generaciones

Gabriela Casas / Canadá Crónica Latina


MONTREAL, 4 de septiembre de 2025.— De nuevo, el ritual —como Saúl Hernández llama a los conciertos de la banda— hizo vibrar de emoción a los asistentes. Este fue el primero de cuatro conciertos que ofrecerán en Canadá durante esta semana, con los que retoman la gira 2025-2026 tras unas vacaciones.

Pocas bandas han alcanzado la veneración y devoción que provoca Caifanes entre sus seguidores: música que no solo ha trascendido generaciones, sino también fronteras, y que en cada concierto se convierte en un puente comunitario. En ciudades donde el español no es la lengua oficial, sus notas logran que el recinto entero resuene en nuestra lengua y en nuestra memoria.

¿Qué hace tan especiales los conciertos de Caifanes para los inmigrantes latinoamericanos?

Los conciertos de Caifanes fuera de México nunca son únicamente espectáculos musicales; son rituales que permiten reconectar con las raíces, con los recuerdos de juventud y con la tierra lejana. Para los inmigrantes latinoamericanos, estos eventos se convierten en un espejo de su identidad y un refugio de pertenencia, donde pueden encontrar un pedazo de casa en tierras extranjeras.

Un refugio de pertenencia

Así lo vivió el público, compuesto mayormente por inmigrantes latinoamericanos que encontraron en esta noche un espejo de su identidad y un refugio de pertenencia.

Los fans corearon versiones renovadas y refrescantes de los clásicos de siempre, interpretados con pasión y energía intactas, además de canciones más recientes como Y caíste e Inés. Hubo también homenajes que estremecieron la sala: el público explotó al corear y bailar con Pachuco, de Maldita Vecindad, y Te lo pido por favor, de Juan Gabriel.

Virtuosismo y celebración

El gran regalo musical de la velada fue, sin duda, una versión inusualmente larga de La Negra Tomasa, que se convirtió en un viaje sublime de solos y fusiones de géneros, un momento donde cada integrante desplegó su virtuosismo y la multitud entera se entregó a la celebración.

Otra imagen ya clásica en los conciertos de Caifanes volvió a repetirse: padres e hijos coreando las mismas canciones. Jóvenes que no habían nacido cuando la banda se formó cantaban con pasión, prueba inequívoca de que su música es transgeneracional y cobra un significado profundo también para las juventudes migrantes.

La energía entre el grupo y hacia los fans

Diego Herrera, tecladista y saxofonista, volvió a ser cómplice absoluto de los fanáticos con esa conexión tan especial que lo caracteriza: recorrió con la mirada los rostros, regaló sonrisas y disfrutó cada instante. Con su ya clásico solo de saxofón de un fragmento del Himno Nacional Mexicano hizo vibrar a la sala entera, concluyendo con un “¡Viva México!” lleno de pasión.

Atento, a mitad del concierto, cruzó el escenario para entregar su botella de agua a una fanática sedienta que no alcanzó el líquido que repartían los guardias, recibió del público banderas y camisetas para hacerlas firmar por sus compañeros, y fue el último en abandonar el escenario. El único en regresar, incluso cuando ya entraban los técnicos de desmontaje, para seguir conectando hasta el final, para regresar las banderas que no corrieron la suerte de ser autografiadas, con una sonrisa luminosa y un brillo en los ojos que dejaba claro cuánto disfruta de ese espacio compartido.

Una banda de amigos

Caifanes seguirá sonando y haciendo cantar a viejas y nuevas generaciones porque conecta no solo con su público, sino también entre ellos mismos. Son, ante todo, una banda de amigos: se regalan sonrisas, se aplauden, se festejan las interpretaciones, se miran con complicidad. Eso transmiten y eso buscan los fanáticos: vivir, aunque sea por unas horas, dentro de esa fraternidad que sostiene al grupo desde sus inicios.

Así, Montreal volvió a ser testigo de un ritual de música y pertenencia, donde los inmigrantes encontraron un refugio en la nostalgia y los jóvenes descubrieron que esas canciones de otra época siguen latiendo con fuerza. Porque, como recordó Saúl Hernández citando la obra Simbad el Marino: “Puedes recorrer el mundo, los siete mares, los continentes y quedarte a vivir donde sea, pero donde naciste raza, ahí pertenece tu alma”.

Y esta noche, en Montreal, muchas almas regresaron simbólicamente a casa.


Preguntas frecuentes

¿Cuántos conciertos dará Caifanes en Canadá?
La banda ofrecerá cuatro conciertos en Canadá durante esta semana como parte de su gira 2025-2026.

¿Qué canciones nuevas interpretaron?
Tocaron canciones más recientes como Y caíste e Inés, además de sus clásicos.

Recuerdo de la primera visita: